Los adjetivos son un instrumento muy útil a la hora de traducir sensaciones en palabras. Sensaciones, recuerdes, o mismamente emociones. Equipararía la dificultad de esculpir palabras inspiradas por ciertas notas a la altura de la complejidad de hacerlo mientras experimentas o vives una situación de alto voltaje en la vida cotidiana. Las personas intensas tienen esa condena. Aunque a veces más que en eso, la moneda se lance en el aire y caiga por la otra cara: se traduce en un don.
Los adjetivos son un instrumento muy útil a la hora de traducir muchas cosas, pero a veces, no son suficientes. Cuando esas ciertas notas que nombraba unas líneas más arriba suenan, todo se para. Los adjetivos mutan de útiles, redimidos a sencillamente imposibles e injustos. Y sólo los seres dotados con una la misma membrana sensitiva (Los Condenados o afortunados del don) son capaces de entender lo que sugieren. Por ello, quizás este post no sea apto para todos los públicos ni todos los gustos. Hablo de Portishead.
Bristol en concreto, su tonalidad gris y el aura que le rodea. Su ubicación geográfica general en medio de un torbellino enigmático que no ha dejado más que huellas para la música desordenadamente prolija en las últimas décadas. Los 90 en Reino Unido sin duda fueron una ciencia a parte, considero. Una fábrica constante de hitos y leyendas. Sonidos afilados y oscuros y singularidades arrolladoras que han servido de referencia para la música actual cuyo resultado no trasciende, en general, más que a un mero homenaje o un irregular facsímil. Casi nunca a una equiparación.
Ellos, Portishead, junto a los eminentes Massive Attack, Tricky, o Howie B supondrían la piedra angular de un género pasionalmente sombrío y cuya adicción puede ser irremediable si dejas que te atrape y hablo como víctima: El Trip Hop. Sin duda ya la contextualización en su auge y en el marco temporal como espacial es cuanto menos, atractivo. Años atrás el Hip Hop comenzaba a acechar desde la lejanía (Género incialmente influyente en su surgimiento). En paralelo, las miradas dirigidas al suelo, las distorsiones y los pedales que caracterizaban el Shoegaze, y posteriormente, la aparición del Brit Pop para contentar a la masa (Kevin Shields estaría orgulloso por los que le tenemos aversión y manía a este último). En definitiva, atractivo cuanto menos, dije. El encanto del trío de Bristol reside en el misterio. En el misterio y en la explicación perdida sobre la atmósfera que son capaces de crear entre las cuatro paredes de una mísera habitación abitada por múltiples vibraciones que transmiten: Hablemos claro, si eres mínimamente emocional, son capaces de dejar tu mundo interior en pelotas. Y digo misterio porque Portishead puede resultar sensual, como placenteramente deprimente. Además, me resulta inexplicable el cómo no dejan de sorprender con cada cosa que hacen, aún manteniendo fielmente su línea y estilo. Misterio, repito.
Mi reafirmación como mujer tuvo lugar una noche a finales de un desgastado pero ignífero verano mientras la escuchaba susurrar a pleno pulmón «I just wanna be a woman», confieso.
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