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Crónica de un desastre (in)esperado

El Festival do Norte nos ha fallado

10 julio, 2014 / Nour Al-Hussen Villa

Lo cierto es que no sé como hacer ésto. Si todo hubiera salido como se esperaba, el curso de hacer una crónica con buen sabor de boca como las que llevo realizado hasta ahora, fluiría. No ha sido el caso, y por ello me duele doblemente que la primera, de este género, sea para un festival de mi tierra, Galicia.

Decía que no sabía cómo hacer ésto, y estos días estuvimos comentando la forma de hacerlo. Para nosotros sería más cómodo quedar bien ante la organización como acreditados pero nos vemos en la obligación de materializar en esta publicación las quejas y la decepción de una gran cantidad de asistentes al festival. Quizás la culpa se la lleva la corriente de las altas expectativas que todos teníamos puestas en estos días y en pasadas experiencias satisfactorias que algunas personas habían compartido con nosotros. Todo pintaba idílico: una isla, un buen cartel y muchas promesas perdidas que se quedaron por el camino y…bajo la lluvia. Desafortunadamente, no fue suficiente para que hagamos la vista gorda.

La primera toma de contacto en el recinto, para comenzar, fue ya desconcertante. Como bien es sabido, esta edición tenía como novedad el desplazamiento del mismo a la Illa de Arousa a diferencia de otros años en el que tenía lugar en Vilagarcía. Es normal y comprensible que la novedad, lleve consigo algunos fallos, pero no una visión devastadora. Achacarle la culpa del enfado de la gente a la lluvia seria injusto, además de falta de autocrítica por parte de la organización. Si ésta, hubiera sido previsora y dotada de un ademán planificador, el resultado no sería éste. La ausencia de una carpa que cobijara de la lluvia fue lo primero que me llamó la atención, algo inexplicable sabiendo de antemano las previsiones meteorológicas. Más tarde, caería en la cuenta de otras carencias en la instalación, entre ellas, una sencilla carpa de prensa, algo que en el resto de festivales existe y resulta de gran utilidad para los que hasta allá nos desplazamos a cubrir el evento. Ésto no me pareció tan grave como el no divisar en ningún momento algún puesto de atención sanitaria, al menos visible, esencial en este tipo de macrofestines. Mi extrañeza y desubicación fueron creciendo a lo largo de las horas, y estallaron cuando me percaté de que no sólo una carpa que resguardara de la lluvia era inexistente, si no que la organización parecía tener ganas de que nos mojáramos, nosotros los asistentes, con el no reparto de simples chubasqueros o echando a la gente de los sitios a los que acudía a abrigarse de la tempestad y agua, o a los camareros que pese a estar sirviendo al descubierto pingando lo hacían con su mejor sonrisa, una actitud admirable y que desde aquí queremos destacar el buen humor y la disposición de los trabajadores y personal de a pie del festival. Una única carpa (además de la de la zona VIP) existía, y era la del Ultramarinos en la que diversos artesanos tenían la oportunidad de mostrar y poner en venta sus trabajos, los mismos que pagaron con su propio dinero la carpa y que, con mucha paciencia y generosidad dejaron cobijar a una masa empapada y enfurecida que escapaba del escenario y el foso.

En cuanto a lo musical, las condiciones y las limitaciones injustamente restaron el disfrute de varios artistas que aguantaron el tirón y mantuvieron el tipo ante un público, comprensiblemente, poco entregado y en ocasiones ausente. Destacar principalmente la solemne actuación de la banda británica The Horrors, quien tres días antes habían actuando en el festival Glastonbury, nos regalaron una hora larga de un directo impecable y sorprendente haciendo un repaso de los hits que componen sus cuatro trabajos, y en el que no escatimaron en ritmo y clase. Russian Red y Lori Meyers jugaron sobre seguro y linealmente aportaron lo justo para que sus fans incondicionales se conformaran, los granadinos, con afán de presente y sorpresa subieron al escenario a la cantante Anni B Sweet. The Pain of Being Pure at Heart maravilló brillantemente a los asistentes con una actuación, a juicio personal, de las más salientables de todo el festival. Austra, Is Tropical y Digitalism resultaron la explosión y jolgorio para la multitud haciendo disfrutar, por lo menos el primer día al son del contoneo todavía motivado e ilusionado del público. Kakkmaddafakka se llevó quizás la peor parte, dado que su actuación era la penúltima del festival y la tempestad alcanzó su momento álgido, casualmente a la misma hora. Supieron combatirlo con buen humor y simpatía, animando en la medida de lo posible a sus seguidores que se debatían entre permanecer en el concierto o retirarse en busca de algún cobijo. En referencia al sonido, éste se manifestaba regular y en algunos momentos deficiente, en el que erróneamente la táctica de subir su volumen para maquillar las carencias técnicas que éste mostraba pusieron en relieve su mediocridad.

En definitiva, muchas circunstancias no jugaron a favor, pero ésto no es motivo suficiente para justificar la desilusión de muchos. La falta de planificación y de responsabilidad por parte de la organización es remarcable. No sólo con el público, ni con sus trabajadores, si no que hasta con nosotros, personalmente, se desentendieron de una manera decepcionante a la hora de no contestarnos a los últimos correos cuando estábamos en vía de obtener una entrevista para Hunger Culture. Horas antes del festival ante la ausencia de alguna respuesta tras la última, no sabíamos si la tendríamos o no. Señora Responsable de prensa, seguimos esperando todavía su contestación, pero… Creemos que The Horrors ya se han ido de la Illa! Actitudes como ésta, o como la promesa fallida de transporte continuo, o el cambio insensato de horarios, otorgan de poca credibilidad a la organización de este año del Festival do Norte. Sólo esperamos que la decepción que a muchos nos ha bañado, además de la lluvia, les sirva para enmendar los errores del presente en ediciones próximas.

Ésto no ha sido como nos hubiera gustado que fuera. Tampoco sabíamos cómo hacerlo, pero teníamos claro como no queríamos que fuera y es que, aquí, al precio que sea, no vamos a engañar a nuestros lectores. Ésto no ha sido tampoco un manifiesto, si no la materialización de muchas voces indignadas ante una organización nefasta que no se ha molestado ni en pedir disculpas, o al menos, dar explicaciones. Nosotros, nos quedamos con el cariño con el que nos han tratado en la Illa, camareros, dependientes, conductores. Ojalá que la organización se contagie un poco de esta disposición y empatía y para el próximo año pase el examen, cosa que más le vale hacer, porque el listón desde luego, bajo lo ha dejado.

No se han mojado en nada, nunca mejor dicho, ellos no, nosotros sí, en todos los sentidos. Para el año volveremos, acreditados o no ¡Pero más que nada por los mejillones, las navajas y la gente riquiña de Illa de Arousa!

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