8 mayo, 2014 / Vitor P
El Laboratorio de Electrónica Visual (LEV) se consolida en su octava edición en el panorama nacional e internacional por su carácter vanguardista, su provocación y sus propuestas arriesgadas. Por fin se pudo colgar el “sold out” y la edición de 2014 pasará a la historia como la de mayor repercusión del festival asturiano y con la que definitivamente se sitúa en lo más alto del panorama de festivales de electrónica.
Lo que comenzó en 2007 como un festival con el que no hacer casi ruido y aglutinar propuestas más complicadas de ver en los círculos de clubes habituales (con un primer cartel de lo más arriesgado donde nombres como Plaid, Bugge Wesseltoft, Mouse on Mars, Luomo, Ryoichi Kurokawa, Apparat, Rechenzentrum o Thomas Fehlmann ponían en la órbita de la vanguardia a la ciudad de Gijón), ha terminado por convertirse en una de las citas ineludibles del calendario de aquellos que buscan un espacio donde la sinergía entre la creación visual y la música electrónica se pueda palpar desde el minuto cero.
LEV entró por primera vez en la programación del emblemático Teatro Jovellanos y lo hizo con el estreno en la tarde-noche del jueves del espectáculo «Trinity»con el que se daba el pistoletazo de salida a la octava edición del festival astur. Sólo 250 personas pudieron acudir al evento y disfrutar de un espectáculo donde público y artistas compartieron la caja escénica, dejando las butacas vacías.
Los creadores de esta pieza (Óscar Sol, Ramón Prada y la coreógrafa austriaca Iris Heitzinger) la definen como un viaje de intensidades en la que sonido, imagen y movimiento interactúan de diferente forma para construir una narrativa sin un programa definido, sino más bien regida por los avatares de la interacción, con una escenografía donde domina la parte de suelo y con una proyección lumínica cenital. Al terminar la representación y después de las rondas de aplausos se abrió un entretenido diálogo entre los creadores de la obra, la bailarina Anna Hierro y el público.
La jornada del viernes se abrió con el británico de Editions Mego, Mark fell y su instalación sonora basada en la música algorítmica y las matemáticas que desarrolló durante los 2 días del festival en el Laboratorio de Sonido de la LABoral. Otras propuestas de la jornada diurna fueron el Red Bull Music Academy Radio: Bamboleo, dirigido por el periodista de Concepto Radio Frankie Pizzá y que tuvo lugar en el Chill Out de la Laboral; y el concierto sonoro del artista y compositor Martin Messier, que presentó su nuevo trabajo Sewing Machine Orchestra, compuesto exclusivamente con el ruido acústico producido por máquinas de coser del año 1940 amplificadas por micros de contacto y procesados.
A medida que caía la noche el patio de la Laboral se llenó de gente dispuesta a canjear o comprar sus entradas hasta que llegó el momento del “no hay billetes”, con lo que muchos de nosotros comenzamos a pulsar la auténtica magnitud del evento de este año.
La tanda de actuaciones comenzaron con el Teatro casi lleno para recibir al joven artista británico Douglas Dare, pieza importante del label Erased Tapes (junto a Olafur Arnalds, Nils Frahm o Revival Consoles), que llegaba con su teclado y acompañado a la percusión y los arreglos por el productor Fabian Prynn. Ambos se fundieron en un mismo tono de melancolía y sensualidad que se mantuvo durante toda su actuación, impregnando las butacas del Teatro de texturas ambientales y melodías de corte popero con una gran carga de sensibilidad.
Herman Kolgen presentó su obra «Seismik» y comenzó a sentar las bases para convertirse en uno de los grandes triunfadores del festival con su propuesta visual y llena de frecuencias moduladas. Su seísmo audiovisual nos llevaba a través de un viaje geográfico a los confines de la tierra, poniendo en escena planos cortos y largos como sacados de fotogramas de satélite y adornadas con una gran presión sonora en forma de noise y glitch.
Ovación de gala, caras de felicidad y el primer acercamiento a la Iglesia de la LABoral, vestida para la ocasión con los lasers de PlayMID Project de Playmodes Audiovisual Studio y MID, para ver el directo de Esplendor Geométrico, Arturo Lanz y Saverio Evangelista, Saverio Evangelista y Arturo Lanz.
Su propuesta se basó casi al completo en su último trabajo Ultraphoon, con un sonido muy agresivo y ruidismo que orquestaba Evangelista con sus máquinas mientras que Arturo se movía por el altar de la Iglesia como si de un exorcismo se tratase: versos, gritos ensordecedores y plegarias que nos animaban a sacar nuestro lado más industrial y punkarra.
Amén y vuelta al teatro para ver la puesta en escena del alemán Robert Henke (Monolake) presentando su obra «Lumiere», un espectáculo audiovisual realizado con 4 proyecctores laser y donde el sonido se acercó a ese techno de corte analógico que tanto gustaba por Asturias en el año 2000. Luces, formas y texturas se mezclaban con sucesiones de formas geométricas y un repetitivo pulso tecnoide que hizo que al final las butacas se hiciesen muy pesadas y hubiese que dejarse llevar por el baile.
De vuelta a la Iglesia volvimos a calzarnos el hábito de Satanás punk para recibir la descarga industrial de los asturianos Fasenuova, que hicieron sonar algunos de los temas recogidos en su último disco, «Salsa de cuervo» (Discos Humeantes, 2013). Con un gran despliegue de máquinas analógicas, Ernesto Avelino y Roberto Lobo cantaron en voz baja unas veces y otras con gritos palpitantes al son de melodías agarradas y sintes puntiagudos. Oscuridad y paganismo con una gran carga de filosofía que nos hizo bailar de lo lindo incluso cuando nos mandaban “A la Quinta Hoguera”!
El cierre le correspondió al germano Dominick Fernow aka Vatican Shadow que llegó, pulsó el play y se puso a dar botes por todo el altar. Quizá el rito pagano de Fasenuova y Esplendor Geométrico le exorcizaron.
La jornada diurna del sábado nos trasladó al habitual Jardín Botánico de Gijón para disfrutar de una jornada de naturaleza, sidras y electrónica.
La banda gijonesa HUIAS formada por María Lastra y Alejandro Santana se encargaron de abrir la jornada e intentaron (hasta conseguirlo) despertar al personal con su propuesta misteriosa donde mezclan guitarra y voz de corte folk con arreglos de electrónica. Sonido oscuro, melodías evocadoras y una suave y espeluznante voz que encontraban el contrapunto necesario en el sol que asomaba por encima de la vegetación del Botánico.
Tras ellos llegó el artista británico Ross Tones aka Throwing Snow ( con “Mosaic”, su Lp de debut previsto para el 2 de Junio) para hacer retumbar el escenario y alzar la vegetación del botánico a lo más alto. Agarrado con fuerza a sus controladores AKAI tiró de IDM preciosista y texturas orgánicas que nos aventuraban a llevar las manos a la cabeza y a hacer comentarios quasi monosilábicos de admiración. Y claro que sonó Pyre, como no lo iba a hacer…y el resultado fue el esperado: éxito rotundo.
Para cerrar le tocó el turno al también británico Luke Abbott, que presentó casi al completo su segundo LP, «Wysing forest”, pero que nos dejó un sabor de boca raro, como inconcluso, pues se debatió casi siempre entre lanzarse directamente al lago del techno o permanecer entre texturas agradables y llenas de capas y capas de sonidos elásticos.
Después de la pertinente comida after-Botánico tocó de nuevo vivir de lleno el festival el la LABoral, con Mark Fell en el Laboratorio de Sonido, un nuevo Bamboleo by Red Bull Music Academy Radio y la novedad del espectáculo «Lumisokea» en el Centro de Arte. El belga Koenraad Ecker y el italiano Andrea Taeggi dispusieron sobre el escenario instrumentos acústicos para formar una sucesión de ritmos ricos en texturas, donde las bases rítmicas respondían tanto a elementos technoides como a otros de música clásica o étnica.
A las 21:30 volvimos a sentarnos en las butacas del Teatro para intentar descubrir el procedimiento que utilizaba el artista canadiense Martin Messier en la puesta en escena de su obra «Projectors», para la cual utilizó 3 proyectores de 8 mm y un laptop que aparecía en segundo plano. Con sus manos y con la ayuda de los interruptores de los proyectores, Messier jugaba con distintas tonalidades sonoras, disparando clips de audio mientras controlaba al mismo tiempo elementos luminosos y visuales. Un espectáculo muy agradecido visualmente y que despertó las ansias de los asistentes por saber cual era el proceso de creación de cada una de las piezas que interpretó.
Tras él volvimos a encontrarnos con Herman Kolgen, que esta vez cambió el noise y las imágenes por el leve sonido de las cuerdas, interpretando con un cuarteto de músicos la obra Different Trains, una versión AV inspirada en una pieza sonora de Steve Reich compuesta en 1988 para un cuarteto de cuerda con cassettes magnéticas. Sonidos pausados y de una gran belleza dejaron el Teatro en absoluta calma, lo que derivó en una ensordecedora ovación con el último acorde.
De nuevo en la Iglesia recibimos con un gran aura de misterio a Las CasiCasiotone, las asturianas Ana Quiroga y Uge Pañeda reconvertidas en LCC para poner luz sobre las sombras en su lp de debut para el sello de culto Editions Mego («d/evolution). Este fue el momento en el que los laseres de PlayMID Project dejaron su sello de calidad, incumbrando todo el interior de la Iglesia de una forma espectacular. Ana y Uge dejaron muestras de su sonido pausado, de pulso firme y enigmático, con una puesta en escena de lo más cuidada en la que por encima de todo brilló su música y los arreglos que aportaron el trío coral de voces femeninas que dispusieron en la parte delantera del escenario. LCC se mantuvieron en un segundo plano, inquietantes y místicas pero llenas de fuerza y magia.
Si de misticismo y mentalidad iba la noche, la llegada de Lewis Roberts aka Koreless no hizo más que elevar a la enésima potencia el caudal de felicidad de los allí presentes con su propuesta llena de armonías ensoñadoras, arpegios y sintes que llamaban al goce colectivo. Con un ritmo lento donde los graves se veían como de refilón y donde los bombos apenas hicieron acto de presencia y cuando lo hicieron las masas se alteraban con un despegue de piés y manos en el aire, de nuevo Lewis volvía a su leit motiv y se entregaba a los giros imposibles y a las texturas envolventes. Puro éxtasis!
Y de vuelta en el Teatro para vivir el mejor momento del festival o uno de los mejores con el espectáculo HD2 de Uwe Schmidt aka Atom™, quien vestido de riguroso negro, marca de la casa, hizo una arenga a la crítica hacia el capitalismo, los mass media y toda la música comercial en general, mezclando imágenes muy descriptivas con sonidos de corte tecnoide, donde los elementos de pop, del rock y de la música de los 80 también jugaban un papel importante. Momentos como el de «Empty» donde el propio Schmidt hace una dura crítica hacia la MTV hicieron de nuevo que las butacas fueran un lastre para todos nuestros cuerpos desesosos de baile.
Baile que encontramos en el regreso a la Iglesia para disfrutar (como enanos) con el discípulo del label de culto Erased Tapes, Ryan West aka Rivaval Consoles, que propuso una mezcla entre hipnostismo y danza a base de mezclar de forma muy coherente IDM abstracta, techno de nuevo cuño y duro bass británico. Momentos para el delirio colectivo hubo muchos, algo a lo que el sello con base Londres nos tiene acostumbrados, pero sin duda fue con su tema Oddissey cuando la magia de esos acordes y esos sintes hicieron estremecerse por completo a todo el mundo allí presente. Después del paganismo del día anterior, la Iglesia volvió a convertirse en un lugar de culto. Culto a Rival Consoles.
Después de esto nada podría ir hacia abajo, por lo que el japonés de Raster-Noton, Aoki Takamasa aplicó un ritmo techno sin concesiones, con elementos minimalista, oscuros y calibrados al milímetro. El culto al baile se hizo cada vez más palpable y las columnas de la Iglesia servían como apoyo para que esos beats atronadores rebotasen en busca de los pechos y las piernas de los danzantes.
Con esto llegó el cierre y ahí estuvo el británico Vessel (aka de Sebastian Gainsborough), todopoderoso del label Tri Angle que se decantó por lo que mejor sabe hacer. Hacer y deshacer el techno y el house y juguetear con las melodías y los bajos, unas veces pesados y otras veces suaves como el viento.
Larga vida al L.E.V. y a sus gentes, esas que disfrutan cada año de un lugar mágico donde las expresiones son agradables y esas que rezan (en la Iglesia o fuera) para que los próximos 362 días pasen rápido. L.E.V. 2015 ya está más cerca y una vez más seguro que nos sorprenderá.
Seguro que también te interesa....